Tras un dulce desayuno me voy a deambular por la calle principal que es todo un bazar, pero a estas horas de la mañana es muy tranquila. Después de entrar en un par de templos, bajo por un ghat al lago. Es increíble la paz que se respira aquí, a estas horas empiezan a llegar algunas personas a bañarse y realizar sus rituales.
Le di la vuelta al lago haciendo alguna parada para ver algún templo interesante. No deja de sorprenderme ver tantas personas con tanta fe.
En este pueblo existe bastante turismo occidental, pero suelen ser personas que vienen aquí a clases de yoga, de masajes o simplemente a sentirse tranquilo. La estética del occidental es, digamos, muy hippy alternativo. La gran mayoría son jóvenes, aunque así son en general los que me he encontrado, gente de entre 20 a 30 años como mucho, aunque aquí he visto alguna pareja de unos 70 años con sus tattoos y piercings.
Creo que hoy por hoy estoy más pendiente de las horas de comer que de ver templos… estoy enganchada! así que puntualmente aparecí en mi hotel para comer y dejarme sorprender por el cocinero (suelo pedir su especialidad). Después me llevó el hermano otra vez en moto hasta el otro sitio de internet… pero esta vez iba con dos mochilas, lo dicho, creo que le he perdido el miedo… (esto es una terapia de choque, que le llamarán algunos). Como no funcionaba me llevó hasta un ciber para poder conectarme un par de horas y luego ya irme a la “estación” de autobuses para ir hasta Ajmer, que es desde donde sale el tren. El trayecto de unos 30 km cuesta 0,15 €, realmente económico. Lo incómodo son las miradas sin cortarse un pelo de todo el mundo, no me puedo imaginar como lo llevarán las rubias de ojos azules!
Ahora estoy en el tren, viajando en AC1, que está muy bien, es espacioso y hasta tengo conexión para cargar el ordenador. Llegaré sobre las 11 de la noche a Ajmer.